Discurso del Padre Ángel durante el acto de nombramiento como Amotinado Mayor de 2018

5 septiembre, 2018

¡Muy buenas noches ribereños y ribereñas!

¡Y muy buenas noches a todos los que estáis aquí celebrando esta preciosa fiesta para conmemorar el heroico Motín de Aranjuez!

Me emociona ver a tantas personas reunidas y me impresiona ver tantas autoridades dispuestas a “amotinarse” conmigo a las que también saludo con todo mi cariño:

– Ministra de Industria

– Alcaldesa y portavoces del Ayuntamiento de Aranjuez

– Diputados del Congreso y de la Asamblea de Madrid

– Alcaldes y alcaldesas de otros municipios

– Anteriores amotinados mayores

– Cronistas de la Villa y Real Sitio

– Alcaldesa infantil de Aranjuez

– Pregonero de las fiestas

– Arcipreste eclesiástico de Aranjuez

– Jefes y oficiales de la policía local, nacional y guardia civil

– Y demás personalidades de la Universidad Rey Juan Carlos I, del Consejo de la Juventud y de otras instituciones.

Quiero empezar mis palabras agradeciendo a toda la Corporación Municipal que, de forma unánime, me haya concedido el honor de ser nombrado Amotinado Mayor, y es que si algo soy en esta vida es un rebelde contra la pobreza y la injusticia.

He visto que para ser Amotinado Mayor hay que contar con grandes méritos y valores que sean reconocidos por el Pleno Municipal. La verdad es que cuando he visto la categoría de los personajes ilustres a los que les habéis concedido anteriormente este nombramiento he dudado de que yo pueda merecer tan importante título, así que desde lo más profundo de mi corazón os doy las gracias a todos los grupos políticos.

Tengo que confesaros que he recibido muchos premios y reconocimientos en mi vida, pero sigo sin acostumbrarme a recibirlos porque la motivación de mi trabajo no es esperar un premio, sino que prefiero el reconocimiento a Mensajeros de la Paz, a su Fundación y a nuestros voluntarios, porque gracias a ellos las personas más necesitadas se sienten un poco mejor, y ese es sin duda el mejor de los premios.

Y es que un mundo mejor es posible, sin duda, pero para conseguirlo tenemos que amotinarnos todos y luchar por ello. Debemos rebelarnos contra lo que creemos que es injusto y plantarle cara a la injusticia, hemos de luchar y perseguir un mundo mejor, un mundo más justo en el que al menos todos tengamos pan y techo para poder vivir con dignidad.

Y es que en estos tiempos de confusión y de superficialidad, donde las palabras se usan en un sentido y en el contrario, hay que reivindicar la verdad, porque no es lo mismo la justicia que la injusticia, la verdad que la mentira, la libertad que la esclavitud, la vida que la muerte, la salud que la enfermedad, el trabajo que el paro, el amor que el odio…

¡No todo es igual, ni todo tiene el mismo valor!, lo que es verdaderamente valioso es todo aquello que nos construye y humaniza como personas y como sociedad. Por eso debemos seguir luchando para que no haya tantas diferencias, para que todos tengamos las mismas oportunidades y para que nadie nos deprecie por nuestras ideas, nuestras creencias, nuestro sexo, o procedencia.

Yo, desde mi Asturias natal, descubrí muy joven que la pobreza tiene muchas caras y que las carencias no son sólo por falta de dinero y bienes materiales; también hay carencias de amor, de soledad, de salud, de trabajo, de comida, de familia, de un techo en el que cobijarse, por falta de libertad, de explotación y manipulación…

Mi primer destino ya ordenado sacerdote fue ocuparme de la capellanía del antiguo orfanato de Oviedo, y ahí empezó mi rebelde trayectoria, que por cierto sigo manteniendo y que a mis 81 años es lo que me motiva cada día y hace que me siga peleando como aquellos valientes ribereños que se enfrentaron hace 210 años al valido de Godoy, al Rey, a las tropas francesas y todo el que se pusiera por delante.

Nunca me he conformado ni me conformaré con las situaciones existentes de pobreza, de personas que pasan hambre, que están enfermas y no son atendidas, que no tienen un techo donde cobijarse; con familias a las que les corta la luz; con mayores abandonados por sus familias, viendo niños explotados; o mientras que haya ideologías o religiones que eliminan al diferente, y aún menos me conformo con que asumamos con normalidad que tiene que haber un porcentaje de descartados o excluidos del sistema. ¡NO, no y no, no podemos conformarnos!

Como tampoco podemos conformarnos con la peor de las enfermedades del siglo XXI: la soledad. Sé que resulta difícil creerlo porque hoy en día las personas contamos con medios de transporte y comunicación asequibles. Pasamos horas y horas conectados a nuestros móviles, a nuestros ordenadores y a nuestras tabletas, y miramos tanto nuestros dispositivos que se nos olvida hablar con los padres, con los hijos, con los amigos, con los vecinos, con los que nos atienden y con todos los que tenemos más cerca.

¿Quién no ha visto a parejas, familias o grupos de amigos comiendo en un restaurante, cada uno atento a su móvil y sin hablar con los que tienen al lado? Pues si esto ocurre con los que están bajo el mismo techo imaginaos lo que sufren los mayores, no sólo los que están en las residencias y apenas reciben visitas, sino aquellos que estando en sus casas no saben usar la tecnología porque a ellos les ha cogido tarde esta revolución digital y siguen en modo analógico.

Ellos ven con impotencia cómo dejan de participar en la vida familiar, ya sea porque no forman parte de los chats familiares del Whatsapp, o porque no saben usar el FaceTime, o no saben hacerse selfies o descargar las fotos que les mandan, o no saben poner un “Me gusta” en el Twitter o en el Facebook, o simplemente no tienen lo más codiciado de hoy en día, que no es el amor sino el WIFI.

Es evidente que todos estos avances son muy importantes, nos hacen la vida más fácil y nos conectan con todo el mundo, pero esto en ningún caso justifica que esta sociedad tan “conectada” condene a nuestros mayores a la “desconexión” familiar y social.

Por eso quiero tener muy presente aquí y ahora a esos abuelos y esos niños a los que nadie besa ni acaricia, y a tantas personas que viven en hospitales y residencias sin recibir la visita de sus allegados y que mueren sólo sin que nadie lamente su fallecimiento, ¡es muy triste!, y contra eso también debemos rebelarnos.

La rebelión no tiene porqué destruir para construir, debemos exigir que lo que no está bien cambie, pero de forma constructiva, integrando todos los puntos de vista y todas las opiniones.

Algo que nos recuerda otro gran amotinado del siglo XXI, el Papa Francisco, un Papa que se ha rebelado en muchas ocasiones contra aquello que ha considerado injusto y lo hace de forma pacífica constante y sin descanso.

El Papa lamentaba ante más de medio millón de jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud Cracovia, que hubiese jóvenes que pareciesen “jubilados“. Les animó a cambiar el mundo y les decía:

Me preocupa ver a jóvenes que tiraron la toalla antes de empezar el partido, que están entregados sin haber comenzado a jugar”.

“No permitan que les roben las energías, la alegría y los sueños, con falsas ilusiones”.

“Es un regalo del cielo poder verlos a muchos de ustedes que, con sus cuestionamientos, buscan hacer que las cosas sean diferentes. Es lindo, y me conforta el corazón…”

Desde aquella primera aparición en 2013, tras la fumata de humo blanco de las chimeneas del Vaticano, en que las cortinas rojas se abrieron y apareció un sacerdote sonriente vestido con sencillez: ni mitra, ni casullo, ni palio, ni crucifijo de oro, y se anunció el nombre Papal de Francisco supe que todo iba a cambiar.

Sus gestos de rebeldía y su empeño en acabar con los prejuicios y en reconocer los errores de la Iglesia han sido constantes. Recientemente le veíamos sonriente con las familias, pero también preocupado por los pecados de la Iglesia.

Ha sido valiente cuando ha calificado el abuso sexual como “una monstruosidad absoluta, un pecado horrendo, radicalmente en contra de todo lo que Cristo nos enseña”.

También ha criticado que las iglesias tuviesen horario de apertura y cierre. Reconozco que a mí aquello me inspiro para hacer realidad uno de mis sueños: poder tener una iglesia abierta las 24 horas, que hace las veces de centro social, que es un remanso de paz y de acogida en donde todo el mundo es bienvenido. Un lugar en el que se reparan corazones y se sanan las almas, donde conviven en armonía los que tienen de todo con los que nada o casi nada tienen, como si todos fueran una sola cosa, y en donde los voluntarios ayudan con ilusión y muestran su alegría por servir a los demás.

¡Os invito de corazón a que visitéis la iglesia de San Antón en la madrileña calle de Hortaleza 63!

Volviendo a los amotinados ante las injusticias, me viene a la cabeza mi querido y admirado Cardenal Tarancón, él fue otro valiente que se amotinó contra el poder establecido en aquellos oscuros años del final de la dictadura. Y aunque algunos quisieron llevarle al paredón, yo le he colocado en el balcón de honor de la Iglesia de San Antón.

Amotinarnos sí, o armar lío como dice el Papa, pero de forma constructiva, la rebelión no tiene porqué destruir para construir, debemos exigir que lo que no está bien cambie, pero estos cambios deben ser enfocados de forma constructiva, integrando todos los puntos de vista y todas las opiniones. Ha de ser un amotinamiento pacífico, pero constante y sin descanso.

Vecinos de Aranjuez y visitantes, ¡AMOTINAOS, disfrutad de vuestras Fiestas! y gocemos con estos hombres y mujeres ribereños a los que vamos a ver actuar, y que consiguen año tras año y generación tras generación, mantener vivo el espíritu de rebeldía de 1808, demostrándonos que el Pueblo es quien tiene realmente la fuerza y el poder.

Ellos y otros muchos me conmueven y me animan a seguir luchando por todos aquellos que están desprotegidos, que viven casi sin recursos, sin trabajo, sin hogar y en muchos casos sin dignidad, y que necesitan sin duda que peleemos por conseguir un mundo mejor y más justo.

Por todos ellos me congratulo en convertirme en Amotinado Mayor de Aranjuez y me pongo a vuestra disposición.

¡¡¡¡ Muchas, muchas gracias!!!

Última vez modificado: 5 septiembre, 2018

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